sábado, 12 de septiembre de 2015

Segundo día



El viejo Haohan Zarpa Fangosa me explica que el antiguo emperador Shao Hao soñó que todos sus dientes caían uno por uno. Tras despertar agitado, mandó llamar a uno de los sabios Jinyu para que interpretase su sueño.

-"¡Qué desgracia, Mi Señor!", dijo el sabio. "Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad."

-"¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! ¡Castigadle!", gritó el emperador enfurecido.

Más tarde, ya apaciguado, Shao Hao consultó con otro de los sabios. Éste, después de escuchar al emperador con atención, le dijo:

-"¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos tus parientes."

El semblante del mandatario se iluminó con una gran sonrisa de satisfacción y ordenó a su ministro que diera mil monedas de oro a quien tan bien había sabido interpretar su destino.


Cuando el sabio salió del Palacio, uno de los cortesanos, el general Huang Di, exclamó admirado:

-"¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que hizo el primer sabio. No entiendo por qué al primero se le pagó con un castigo y a ti con un tesoro."

El viejo panda respondió:

- "Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice. De las palabras dependen, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien seguramente le hiera, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado."


En el Bosque de Jade, cerca del lago Kittitata, los farolillos que iluminan la Cueva de las Palabras permanecen encendidos noche y día. Esta cueva, fruto de la tremenda impresión que causó el sabio en Huang Di, alberga miles de palabras a disposición de quien las necesite, con la condición de que se usen como regalo, no como arma.. y así será hasta el fin del mundo.

Primer día



El viejo Haohan Zarpa Fangosa me explica que los campos florecientes siempre han estado llenos de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas, pero que en la infancia del tatarabuelo del tatarabuelo del tatarabuelo del tatarabuelo de su tatarabuelo, sus cebollas eran muy diferentes a las actuales. Cada una tenía un color distinto: rojo, amarillo, naranja, morado... todos deslumbrantes, irisados, centelleantes, como el color de una sonrisa o el de un bonito recuerdo.

 

Por alguna incomprensible razón, empezó a correr el rumor entre la gente de que esos colores las hacían indecorosas, inadecuadas y hasta vergonzosas. Y las bellísimas cebollas tuvieron que empezar a esconder sus tonalidades de topacio, de aguamarina, de lapislázuli y de esmeralda con capas y más capas de piel, cada vez más oscuras y feas, para disimular cómo eran por dentro. Hasta que se convirtieron en las cebollas que conocemos ahora.



 -"Y cuando pelamos una cebolla y la dejamos sin protección, ésta nos contagia su miedo y su tristeza. Por eso lloramos cuando una cebolla nos abre su corazón... y así será hasta el fin del mundo".